domingo, marzo 26, 2006

Los pasos de López, Obrador

Juan Vázquez Gama

Ni de futbol ni de religión ni de política, si se quieren mantener en paz las conversaciones. O todo lo contrario, si agregar algo de pasión y polémica es la intención. Rompiendo esa regla de oro de la convivencia social pacífica la pregunta es: ¿Andrés Manuel o no Andrés Manuel? Con casi tantos férreos detractores como seguidores, el candidato a la presidencia de la república por el Partido de la Revolución Democrática es una figura que no pasa inadvertida. Sus madrugadoras ruedas de prensa como jefe del gobierno capitalino, sus segundos pisos en el periférico y la voz popular de “los quiero desaforadamente”, lo han colocado en la cima de la popularidad y la presencia mediática. Por poner un ejemplo, se calcula que el tiempo de exposición en medios electrónicos que se le concedió al proceso legal en su contra habría costado 180 millones de dólares. Si todo esto fuera poco, ahora además de pertenecer a los personajes de la política nacional también pertenece a los literarios protagonizando la novela La Victoria del Dr. Jaime Sánchez Susarrey.
Escenario: Zócalo de la ciudad de México. Exterior. Noche. 2 de julio de 2006. A las 7 p.m. el lugar se va llenando de gente que viene de todas partes. Dos horas después, en las pantallas gigantes instaladas para la ocasión, aparece Luis Carlos Ugalde, presidente del Instituto Federal Electoral, para hacer oficial lo que las encuestas de salida ya habían revelado: Andrés Manuel López Obrador era el nuevo presidente electo.
Partiendo de este momento posible, Sánchez Susarrey construye un entramado de datos verídicos y de ficción, tomando como base su experiencia como analista político. La línea entre los géneros es muy ambigua. Sánchez Susarrey pasa indistintamente de la ficción al análisis, del reportaje a la crónica, del retrato psicológico al recuento histórico. Si bien es cierto que de todos estos, la novela es la más débil estilística y técnicamente, el trabajo periodístico, de investigación y de prospectiva funciona como un sólido andamiaje que sostiene el texto.
La novela llega a su fin en la ceremonia del bicentenario de la declaración de independencia, 15 de septiembre de 2010. Cuando López Obrador salió al balcón la muchedumbre lo aplaudió y lo vitoreó. No había "silvidos" (sic) ni mentadas de madre como ocurría tradicionalmente. Jorge Ibargüengoitia en Los pasos de lópez narró el episodio del grito de Dolores renombrándolo como grito de Ajetreo. Un verdadero ajetreo entre las fuerzas políticas trabaja en la novela de Sánchez Susarrey para concretar las aspiraciones reeleccionistas de López Obrador. Para entonces el ya presidente de la nación ha sido mostrado con un aura mesiánica y un discurso marcadamente religioso. Solamente faltó hablar de futbol para desatar todas las polémicas posibles.
No quedó fuera ningún actor de la escena política nacional, los empresarios, los líderes, los escándalos, hasta el subcomandante Marcos que ante cada acción del nuevo gobierno manda notas al periódico La jornada repitiendo un “se los dije, se los dije” casi como una canción. Quizá no esté demás decir que La victoria tiene un futuro incierto, debe librar aún una batalla por mantener su vigencia más allá de los resultados de la elección presidencial, y de que sus pronósticos se cumplan o no.
La victoria
Jaime Sánchez Susarrey
México 2006

jueves, marzo 16, 2006

Baricco, Ilíada

“...paradoja sobre paradoja. Un texto griego traducido al italiano
que es adaptado en otro texto italiano y, al final, traducido, Pongamos, al chino. Borges se habría frotado las manos”
A. Baricco


Todo comenzó en un día de violencia. De esta manera implacable el escritor italiano Alessandro Baricco (Turín 1958) nos abre la puerta a su nueva empresa literaria. Con la prosa contundente, precisa y conmovedora a la que nos tiene acostumbrados, Baricco rescribe una de las obras más importantes de la literatura mundial: La Ilíada.
Según palabras del propio autor, a finales del año pasado tuvo la idea de organizar una lectura pública de la gran obra épica que narra la guerra entre troyanos y aqueos. La idea le encantó dada la belleza de la obra y su desconocimiento moderno. Al igual que El quijote son obras, en general, más comentadas que leídas. Sin embargo se percató de que el texto, tal y como estaba era ilegible en la práctica, se requerían más de cuarenta horas, y sobre todo, un público paciente que las soportara sin perder la atención. Con todas estas consideraciones Baricco se dio a la tarea de adaptar el texto para tal fin, haciendo intervenciones muy cuidadosas para reducir el tiempo de lectura.
Todo este ejercicio de rescate del ritmo natural de la obra lo llevó a hacer fundamentalmente cuatro intervenciones. Por una parte, una estilística, que da inicio con la elección de alguna de las traducciones autorizadas . Trabajó sobre la versión de Maria Grazia Ciani, básicamente por que está escrita en prosa, y por que estilísticamente era la que más lo convencía. Baricco buscaba sobre todo el uso de un italiano más fluido que dejara al descubierto el ritmo de la historia, endurecido por las antiquísimas traducciones.
En segundo lugar eliminó algunas partes del texto, por ejemplo todas las repeticiones (que en La ilíada son varias), buscando siempre no suprimir escenas completas y haciendo únicamente cortes, no adaptaciones, es decir, eliminó fragmentos y pegó las orillas. Sin embargo a su intención de no suprimir escenas completas hizo una concesión: suprimió las intervenciones de los dioses. Baricco argumenta que hacían lenta una narración que la mayor parte del tiempo se lleva al cabo en el campo de batalla, con toda la velocidad y violencia que esto representa. Las considera además, ajenas a la sensibilidad moderna y hasta innecesarias.
En tercer lugar, una modificación que le da al libro un carácter muy personal de Baricco, es la focalización de los narradores. Se auxilia de personajes que él elige para que cuenten la historia siempre en primera persona, así Helena, Príamo, Aquiles, Ulises y Agamenón, entre otros, cuentan la historia de la guerra de Troya a través de sus propios ojos. Por último, no podríamos esperar que un narrador como Alessandro Baricco se negara la posibilidad de agregar algunas líneas al texto original. Pequeñas acotaciones, y el final, que este caso se extiende hasta la caída de Troya. Todas estas adiciones las señala con cursivas para evitar confusiones.
Un experimento sumamente placentero para el lector, y valorado por la crítica al grado de que confiesan haberlo disfrutado más que el original. Alessandro Baricco es un escritor de ficciones breves, incluso City (1999), su novela más larga, es un entramado de pequeñas y entrañables historias, su intervención al texto homérico es una empresa con resultados magníficos. Baricco es autor también de las novelas Océano mar (1993), Seda (1996), y Sin sangre (2002), y del monólogo teatral Novecento (1994).