martes, abril 18, 2006

Accidentalmente de safari

Juan Vázquez Gama
La influencia, al menos en el arte, según Juan Villoro es, de lo aprendido, lo que uno recuerda o lo que uno inventa que recuerda. Creo que ahora estoy más cerca de inventar el recuerdo de haber leído hace algunos años un texto en el que Villoro contaba todas las veces que no conoció a Julio Cortázar. Entonces se preguntaba qué pasaría cuando termináramos de leer toda la obra cuentística del cronopio mayor. La influencia de ese texto me obligó a desacelerar la lectura de los dos tomos que Alfaguara había publicado con el título Cuentos completos 1 y 2.
Un poco en esa misma línea encuentro ahora a Juan Villoro, en un inventario de las veces que no lo conocí. No dejaré de contar, por ejemplo aquella en que en la misma mesa de novedades editoriales estaba su libro El testigo recién galardonado con el premio Herralde, y 2666, novela póstuma del chileno Roberto Bolaño. En ese caso por razones únicamente de logística (uno tenía que leerse antes y otro después) postergué la lectura de El testigo para la siguiente oportunidad.
Es hasta Safari accidental, su más reciente libro, publicado bajo el sello Joaquín Mortiz, que me reivindico con la lectura de Villoro. Sus crónicas son magistrales. Punto. Cómo no conmoverse con su aguda manera de asir los detalles y el contexto, el momento general y el particular, el pudor de lo público y el interés por lo privado. Safari accidental contiene textos muy diversos que de alguna manera son oragnizados en cinco grandes grupos temáticos: Familia y multitudes;Alto volumen; Territorios; Fetiches; y Lejos del escritorio. Aunque todos los textos convergen en el formato de la crónica, algunos poseen el germen de otros géneros periodísticos como el ensayo o la entrevista. Encontrar notas sobre las cosas que escuchó en su visita a Cuba, sobre su plática pública con Martin Amis, la entrevista que le hiciera a Mick Jagger, a Peter Gabriel, a Bono, le da la razón: qué mejor analogía que la de un safari en el que, digamos, por accidente coinciden todos estos momentos.
Entre todos los apartados del libro, Lejos del escritorio merece una mención aparte. Según palabras del propio Villoro son escenas de escritores cuando no están escribiendo. Rushdie en Tequila, por ejemplo, tiene una anécdota cuasi onírica: el perseguido escritor de Los versos satánicos dando un paseo por Jalisco. Los libros de Rushdie son de una belleza inaudita, pero, como escribe Villoro, citando a su vez a Kundera “siempre irán precedidos por el escándalo”. Hijos de la media noche; La sonrisa del jaguar; y Vergüenza, son absolutamente recomendables. Ni siquiera me considero un aficionado a la obra de Rushdie, pero como un lector cualquiera que halla gran placer en su obra me había parecido algo rarísimo que su novela El suelo bajo tus pies estuviera ambientada no en India, o en Inglaterra, o por lo menos en Europa, sino en Latinoamérica, para ser precisos en México, exactamente en Tequila, Jalisco. Las nítidas fotografías que Juan Villoro describe de este viaje explican todo.
Juan Villoro nos presta durante más de doscientas páginas su divertido ojo crítico; su vocación de curioso, de conversador; su ágil y ameno estilo de recrear la realidad para ponerla en el terreno literario, de lo mítico, para hacer de Safari accidental, un libro de placeres y de influencias, en el sentido recordar las cosas más vívidas, y quizá mejor, de como ocurrieron.

Safari Accidental
Juan Villoro
Editorial Joaquín Mortiz
México 2006