miércoles, junio 15, 2005

(Notas secas del náufrago 9)

Y redescubrir que lo único que importa es la mente. Ahora mismo trabajo sobre una grabación mental escuchada hace mucho tiempo. Los impulsos nerviosos vienen a mí como reproducidos por una vitrola. La aguja corre en el surco, y ese sonido es triste porque nos recuerda algo que se fue.Esa tristeza existe, en menor medida, en las cintas magnéticas, y desapareció por completo en los discos compactos. Pero ¿a dónde van esas grabaciones? A donde va todo lo que pretende ser recordado: al olvido. Al olvido de los años, de las cosas, de la desesperación o de las imágenes aplastadas unas sobre otras en un libro colocado con cuidado en una estantería inalcanzable, en bibliotecas desconocidas que quedaron atrapadas en sótanos de los que un anciano se comió la llave.
Todos moriremos, la llave se perderá, con ella el sótano, la estantería, el libro, la imagen, la palabra, pero el olvido permanecerá. Cómo es que siendo el olvido parte de la mente, la supera. Cómo siendo contenido, la contiene. Cada vez que el olvido deja a la mente, la mente se va.Incomprensible, sin duda. Al final de todo, la mente es superior. Ahora mis dedos, antes de ser mis dedos, son su movimiento sobre estás teclas, antes de ser movimiento, son una moviola, son su manivela, y son esa imagen que se repite en la pantalla, y que luego recreo en los ojos. Todo está sucediendo en este momento, hasta el pasado está sucediendo segundo a segundo en este momento. Todo eso lo escucho en la grabación, en el disco que no ha dejado de girar. Lo único que importa es la mente, es ella toda salud, toda sombra, toda cercanía a la irrealidad.